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RENÉ MAGRITTE. – Elementos morfológicos

En este ejercicio trasladaremos lo estudiado y puesto en práctica en el Tema 2 a las obras del autor elegido, estudiando los elementos morfológicos que en ellas aparecen.

I. El punto

El punto es un elemento muy importante en la obra de Magritte. Como pintor surrealista busca sorprender con sus obras, llamando la atención en un lugar específico de las mismas, utilizando la unidad compositiva mínima, que destaca sobre todo lo demás.

Tenemos ejemplo de punto en las siguientes obras:

«El espejo falso» (1928) es un ejemplo muy fácil de punto, pues es la pupila negra, simple, el claro elemento focalizador de la atención.

En «El hijo del hombre» (1964) el elemento focalizador de la atención es la manzana en la cara del hombre, ocultando su rostro y haciendo que volvamos nuestra mirada a la misma una y otra vez.

II. La línea

La línea también aparece en las obras de Magritte con fuerza.

En esta imagen los elementos línea y forma se mezclan en uno sólo. A pesar de que los hombrecitos que caen del cielo (o suben, dependiendo de la opinión) son figuras, forma, actúan en esta obra como línea, pues causan sensación de verticalidad. Hacen que observemos el cuadro de arriba a abajo o de abajo a arriba. La imagen se convierte en dinámica, llena de movimiento.

También en esta obra toma fuerza la línea, presente en las tablas de madera de las ventanas, las cortinas, los bordes del lienzo y las patas del caballete. Crea sensación de horizontalidad, vemos la obra de arriba a abajo y de r a izquierda. Es dinámica, nuestro ojo se mueve por ella y no se para en un elemento estático.

III. La forma

Magritte es sinónimo de forma. En todas sus obras encontramos este elemento morfológico, utilizado siempre de manera sorprendente y original.

En L’explication (1952), Magritte trabaja con el elemento forma. Crea un sólo elemento a partir de dos antes separados: la botella y la zanahoria se fusionan en uno, crean la forma de algo nuevo.  Algunos lo interpretan como una bala, otros como una barra de labios; hay muchas opiniones.

Les amants (1928) es otro ejemplo de forma en la obra del pintor belga. El interior de la linea que traza a los dos enamorados es la figura, siendo el exterior el fondo. La gran mayoría de las obras de Magritte siguen la misma construcción.

Quizás este sea uno de los mejores ejemplos de forma en la obra de René Magritte. Una línea delimita la forma de una paloma, haciendo que esta sea figura, y convirtiendo la escena exterior en fondo. Igualmente, la paloma tiene como relleno un fondo de nubes. Vemos como Magritte jugaba con los elementos morfológicos y creaba nuevos significados.

IV. El color

Magritte utilizaba colores generalmente apagados, predominando el azul, los marrones y los ocres. Sus obras no son características por una excesiva saturación, si no lo contrario. El pintor consiguió el término medio, provocando con su paleta una mezcla armoniosa y relajante.

En esta obra apreciamos el color blanco como transmisor de paz y tranquilidad. Las hojas con forma de pájaros y la luna nos inspiran sentimientos de pureza y de relajación. Asimismo, el fondo azul nos transmite frescor e introversión, pues es de noche y se respira paz.

V. El tono

En esta obra, Magritte utiliza un degradado en tonos azules más y menos saturados, para crear profundidad y definir así el cielo, las olas y la arena. También apreciamos el elemento forma en esta composición pues las velas actúan como serpientes o gusanos, reptando por la escena, y el elemento línea, pues nos provocan sensación de movimiento. Esta obra transmite sentimientos de melancolía, debido al mar, pero también de tranquilidad, gracias a las velas.

Magritte demuestra su dominio del uso de las tonalidades en su obra «Esto no es una pipa» (1928-1929). Utilizando solamente un degradado de marrón a negro consigue dotar al elemento de luz y de sombras, de profundidad y de dimensiones.

En su manzana encontramos también el degradado en tonos de verde, creando también profundidad, sensación de luminosidad y sombras.

VI. La Textura 

Magritte pinta estas dos frutas, una manzana y una pera, de forma peculiar. Las dota de una textura de piedra, que nos provoca la sensación de poder palpar las muescas  y la rugosidad de las mismas.

También en esta obra domina el pintor la textura, pues las transparencias de los pechos en el camisón hacen que además de intuir que se trata de una tela suave, percibamos que es realmente fina.

En esta otra obra, el pintor belga consigue con una extrema exactitud la reproducción del aspecto real de la madera en el cuadro. La pared dibujada como fondo de la pintura tiene la misma textura que podemos sentir en unas tablas de madera de verdad.